domingo, 27 de enero de 2013

Riña de gatos -Eduardo Mendoza



 Sin ser una novela histórica, ni mucho menos,  tengo que decir que el entorno en el que se desarrolla está descrito de forma muy trabajada y muy documentado. Mendoza con su maestría nos traslada al Madrid de la preguerra y nos mete entre las bambalinas de la gestacióm de  la Guerra Civil.
Bajo la neutral e inglesa mirada de un experto en la pintura de Velázquez (Whitelands ),que viaja a Madrid para realizar un peritaje, la trama nos conduce  desde los mitines propagandísticos del Marqués de Estella (Jose Antonio) a las asambleas clandestinas de los comunistas, desde las tripas de la Falange  y los camisas viejas (Sánchez Mazas, Fernández Cuesta)  a las secretas reuniones de los todavía indecisos golpistas (Franco, Mola y Queipo de Llano). 
De la mano del narrador omniscente, nos adentramos en el despacho de Manuel Azaña, y somos zarandeados por los manejos del espionaje inglés, los servicios secretos soviéticos y la policía española. 
Mendoza cose con un hilo excepcional, todos y cada uno de los escenarios, aparentemente antagónicos, como la prostitución por supervivencia y las conspiraciones aristocráticas y en medio de todo una trama de amores y un Velázquez desaparecido en el tiempo que se intenta vender para sufragar el levantamiento.
Valga como muestra la extraordinaria descripción que hace de Franco:

“Es el más joven de todos y el menos marcial. Bajo, tripudo, con una calvicie incipiente, tiene la cara flácida y la voz atiplada. No fuma, no bebe, no juega y no es mujeriego. El que, pese a todo, goce de un enorme prestigio en el Ejército y fuera de él dice mucho de sus cualidades profesionales. Azaña siempre contó con él por su extraordinaria capacidad de organización y por considerar que, no obstante su profundo conservadurismo, un puntilloso sentido del deber le impedirá actuar contra la República. Y así ha sido hasta el día de hoy: varias veces le ha propuesto sumarse a proyectos golpistas y otras tantas se ha negado o, por lo menos, no ha dado su conformidad de un modo explícito"


A título personal, diré que esta obra entra por derecho propio entre mis candidatas a una relectura reposada. El estilo de Mendoza, sencillo y salpicado de cultismos está preñado de ironía y escepticismo y hace que sea una delicia leer esta novela.
Octubre-2012

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