domingo, 14 de marzo de 2010

Señora de Rojo sobre fondo gris




Estaba en la oficina, el viernes, cuando me enteré que Miguel Delibes había muerto, y aunque su muerte no me resultaba inesperada, no por ello dejó de entistecerme. Al conocer la noticia automáticamente me acordé de esta novela. Recuerdo que leerla me ayudó a comprender el dolor (propio y ajeno) y que me emocionó la segunda vez que lo leí, tanto o más que la primera.




Señora de rojo sobre fondo gris es el monólogo de un afamado pintor (Nicolás) sumido en una crisis creativa, que va contando a una de sus hijas, encarcelada por motivos políticos, cómo ha vivido la enfermedad y muerte de su mujer (Ana). Una novela agridulce sobre el Amor, la muerte y la felicidad que vivimos a veces sin enterarnos.



Al llegar a casa busqué el libro y vi un montón de párrafos subrayados de los cuales he entresacado los siguientes:


"No ignoro que el recurso de beber es un viejo truco pero ¿conoces tú alguno más eficaz para escapar de ti mismo?"



"Nos bastaba mirarnos y sabernos. Nada importaba los silencios, el tedio de las primeras horas de la tarde. Estábamos juntos y era suficiente. Cuando ella se fue, todavía lo vi más claro: aquellas sobremesas sin palabra, aquellas miradas sin proyecto, sin esperar grandes cosas de la vida, eran sencillamente la felicidad."



"Lo nuestro fue una especie de convenio tácito, con ciertas vacilaciones al principio, pero definitivamente implantado tras la medalla del Salón de Otoño. Ese premio nos cambió la vida. Trajo consigo un despegue y una ampliación de horizontes, que nos indujo a preocuparnos más de mi trabajo, nuestros hijos y nuestro dinero. Ella asumió esta tarea espontáneamente, sin imposición de nadie. Y si yo no le pedí la gestión de nuestras cosas, tampoco consideré machista avenirme a que lo hiciera. La nuestra era una empresa de dos, uno producía y el otro administraba. Normal, ¿no? Ella nunca se sintió postergada por eso. Al contrario, le sobró habilidad para erigirse en cabeza sin derrocamiento previo. Declinaba la apariencia de autoridad, pero sabía ejercerla"


"Si la muerte es inevitable, ¿no habrá sido preferible así?"






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viernes, 5 de marzo de 2010

A un olmo seco


A un olmo seco

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

Antonio Machado